Juan Botasso sería en principio, uno de los soportes para el surgimiento de la Editorial Abya-Yala. Botasso, sacerdote salesiano, ha hecho su vida en Ecuador. Llegó a Quito hace aproximadamente cinco décadas, una vez en tierras andinas fue destinado a las misiones salesianas en Sucúa, donde trabajó con los Shuar.
Es Juan quien en 1975 creó la colección Mundo Shuar, que formó parte de un ambicioso proyecto cultural, que ahora se lo conoce como la Editorial Abya-Yala. En 1987 fundó el Instituto de Antropología Aplicada, vinculado a la Universidad Técnica de Loja. Ha publicado varias obras sobre los Shuar y otras nacionalidades indígenas del Ecuador.
Su vivencia pastoral en tierras Amazónicas de nuestra patria, le ha permitido publicar algunas obras, entre ellas: “Los Salesianos y los Shuar”, un libro que en su presentación misma advierte que no fue redactado como un texto homogéneo. Sus artículos fueron escritos a lo largo de muchos años. En algunos, el contenido se basa en conferencias grabadas y después pasadas al papel.
En uno de sus capítulos denominados “Balance de una experiencia”, Botasso hace una radiografía a esa denominación que se dio a los nativos del Oriente ecuatoriano, “Jívaros y Shuar”.
En la historia, los Shuar han sido conocidos con el nombre de los jívaros (o jíbaros también), pero como bien dice el autor, el término ha asumido un sentido peyorativo, por usarse como sinónimo de “salvaje”, hoy se denominan a sí mismos “Shuar”, que significa “persona”, “gente”, término que actualmente se ha generalizado.
De todas formas, el estudio del sacerdote que se internó también en la selva ecuatoriana para convivir con los nativos de esa región, deja claro que “jívaro” no es más que la corrupción y la castellanización de los “Shuar o también “Shivar o Shiviar), que son distintas maneras de pronunciar la palabra, según las regiones.
En efecto, a decir del investigador, el castellano, a falta de un signo para escribir “sh” usaba antiguamente la “x”, que en los últimos siglos se transformó en “j”, es así como se deduce que se dio el proceso de Shiviar – jivar – jívaro o jíbaro.
En la contemporaneidad, el término sigue utilizándose cuando se quiere indicar el conjunto de los subgrupos que componen toda la etnia. Porque si en el Ecuador se ha generalizado la denominación “shuar”, en Perú es corriente la de “Aguaruna”, o “Awajun” en la región del Cenepa, de Huambiza, a lo largo del Santiago y del Morona y de “Achual”, (bajo Pastaza y sus afluentes).
Los “Achuales” que en nuestro país se denominan “Achuar”, toman el nombre de la región en la que viven, al Achuar, región húmeda y anegadizada, donde abundan las palmeras “achu”. Estos grupos utilizan el mismo idioma, aunque con inflexiones dialécticas, que a veces hacen difícil la comprensión mutua.
La mitificación del indio
Según el investigador y sacerdote, el renombre de los Shuar es sin duda desproporcionado a su consistencia numérica. Desde hace siglos, su fama se ha extendido por el mundo, y aún hoy en toda América, decir “jívaro” no es decir tanto “primitivo”, cuanto “guerrero indomable”.
A los turistas que visitan Quito y Guayaquil, se les ofrece como artesanías, cantidades de pequeñas cabezas que simulan las célebres tzanzas. Se trata de imitaciones en piel de cabra, elaboradas cerca de la Capital. El interés que ellas despiertan, habla de la admiración a una población americana, que no solo ha sobrevivido, sino que ha sabido hacerlo, conservando toda su dignidad e independencia, gracias a su apego y a la libertad.
Las hazañas que los Shuar han protagonizado, han creado alrededor de ellos un verdadero halo mítico, que no ha desaparecido. Para explicar eso, el investigador habla sobre algunas raíces históricas de este fenómeno.
Raíces históricas
Empezando entonces con la superioridad técnico militar, que permitió a los europeos adueñarse de las fuentes productivas de América y doblegar a los habitantes a trabajar en su favor. Otro de esos factores a su favor son las estructuras que las naciones europeas implantaron en América, no eran tanto en función de la región misma, sino de la Madre Patria, que a su vez necesitaba de grandes recursos para financiar su política.
Desde este contexto, Botasso dice que dos cosas interesaban fundamentalmente en América: las tierras con sus riquezas y los habitantes organizados, de tal manera que explotaran aquellos bienes, produciendo con su trabajo los excedentes que los conquistadores querían.
Esto, a decir del estudioso, desbarató el sistema de economía indígena. La idea que los indios fueran brutos y deberían ser exterminados, no tuvo mayor aceptación, tanto más que contradecían los intereses que se iban creando.
Declarándolos hombres, Paulo III proclamaba que descienden del mismo Padre Adán y los englobaba en la humanidad, pero los colocaba bajo la parte redimida de la Europa Cristiana. Al juzgarlos con el metro bíblico, es decir, con una mentalidad judáico – cristiana, se concluye que sus costumbres hacen de ellos unos hombres inferiores.
Para Botasso, este aspecto constituyó un aspecto importante, porque, en el caso español vino a justificar la encomienda: a cambio de su instrucción, el indio debe prestar su trabajo, visto como un instrumento de elevación y redención.
Es de esta manera que la imagen del indio, que se difundió por Europa a lo largo de los tres siglos que siguieron al descubrimiento, fue íntimamente condicionada por las relaciones de explotación que los europeos impusieron al hemisferio, tanto del sur como del norte.
En ese sentido, el artículo señala que no hubo la preocupación de conocer al indio, sino que se construyó de él una imagen cómoda, en vista del uso instrumental al que quiso someterlo el conquistador europeo. Así nació el mito del indio, o mejor de una serie de mitos muy funcionales para la casta dominante.
La visión europea del mundo
Otro de los artículos de la obra de Juan Botasso, explica que el “descubrimiento” de América, planteó a los europeos una serie de problemas antropológicos y teológicos, para los cuales emplearon mucho tiempo en dar una respuesta.
¿Eran seres humanos como los que se habían conocido hasta el momento?, esta era la primera de otras inquietudes que tenían los conquistadores. Otras de sus inquietudes decían: ¿por qué entonces, no se encontraban en la lista de los pueblos enumerados en el capítulo 10 del génesis? ¿de dónde venían? ¿por qué tenían características tan diferentes (por ejemplo no tenían barba).
Y si eran humanos ¿por qué tenían costumbres inaceptables como la desnudez, la poligamia, el canibalismo, los sacrificios humanos? La teoría que terminó imponiéndose fue la de considerarlos seres humanos y, por ende, susceptibles de ser evangelizados y bautizados, pero un tanto inferiores, por haber decaído o no haber evolucionado lo suficiente. (BSG).
Tomado del libro “Los Salesianos y los Shuar, del autor, padre Juan Botasso.