La construcción de este auto básico inició la era automotriz del país. El Andino es, indudablemente, un hito para la historia mecánica nacional.
Históricamente, el Ecuador no tiene un auto que sea el equivalente a un Cadillac. Capaz, nuestros abuelos soñaban con tener un automóvil ecuatoriano que tenga las curvaturas, el motor y la potencia de este modelo americano, pero nunca lo tuvieron.
El automóvil que necesitaba el país a inicios de los setenta estaba alejado de ideales de comodidad. La respuesta es sencilla, no era viable tener un carro tan lujoso en medio de volcanes activos, carreteras hostiles y ciudades desordenadas.
Sí debemos definir dos hechos trascendentales en la historia ecuatoriana durante 1972, indudablemente son el boom petrolero y el inicio de la era automotriz. ¡Sí, la era automotriz!.
A principios de esa década, la planta AYMESA iniciaba sus operaciones como dealer de las marcas Vauxhall y Bedford. Su hito histórico llegó tres años más tarde cuando estableció el proyecto BTV (Basic Transportation Vehicle), del cual nació el mítico “Andino”.
La planta AYMES y la primera serie del modelo Andino, 1973.
¿Qué auto necesitaba el país? El primer barril de petróleo amazónico fue extraído y una inevitable bonanza económica se aproximaba. Al Ecuador le hacía falta un vehículo práctico, económico y que ayude a campesinos o pequeños empresarios a desarrollar sus negocios. AYMESA dio en el clavo y construyó un carro práctico, útil y accesible.
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Para 1973, autos deportivos de lujo como el Delorean salían de su fábrica en Escocia. Pero en el país, la unidad No. 001 del Andino salió de su fábrica conducido por el mismísimo Guillermo “Bombita” Lara, presidente del triunvirato dictatorial militar que gobernaba el país en aquella época. La simbología fue clara: el Andino sería el carro del pueblo, el transporte que acompañaría al auge económico más importante en la historia del país.
Un andino que ha sobrevivido al tiempo.
El vehículo era sencillo. Tenía una plataforma Bedford y motor inglés Vauxhall de 1,4 litros. Su carrocería metálica de diseño rústico convirtió al modelo en una camioneta estrecha de una cabina para dos personas. Las puertas eran de vinil y el cajón podía ser de madera o metal. Lo especial del modelo, por sus dobleces cuadrados, era su habilidad modificable, como un auto de LEGO.
Un guerrero sobreviviendo al tiempo
En pleno boom, este automóvil fue utilizado para diferentes actividades, incluidos el transporte de víveres o carga no muy pesada, pero a finales de la década el auto bajó de categoría. Fue destinado a subastas, patios de chatarra o constantes visitas a la mecánica mientras sus últimos dueños recitaban constantemente:”Andino, el carro divino que te deja a medio del camino”.
Cuarenta años más tarde, aún se pueden ver algunos Andinos por ahí. Para las nuevas generaciones son “objetos conducidos no identificados” y el avistamiento de este icono nacional ocurre en las zonas rurales, mientras recorre y se abre paso entre carreteras de piedra y ambientes llenos de tierra.
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