A sus 59 años, Delia Anguisaca trepa árboles con una agilidad que impresiona a la gente de la casa en la que trabaja. Cuando de coger capulíes se trata, no hay esfuerzo que sea en vano. Al igual que este, muchos frutos nativos se extinguen en la urbanidad de la Cuenca de hoy.
El investigador Hernán Loyola señaló que este fruto nativo de América “es nuestro”, aunque desconoce la fecha en la que migró hasta el Ecuador. De lo que sí está seguro es que se trata de un árbol que se da desde los 2.000 hasta los 3.000 metros sobre el nivel del mar, específicamente en los valles cuyos ríos vierten hacia el Oriente.
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Aunque no hay evidencia arqueobotánica, es decir, los restos de esta planta en contextos arqueológicos de la zona, considera que desde la época de los cañaris este fruto se utilizaba unicamente para el consumo gracias a la migración o intercambio comercial en la época.
El árbol de capulí alcanza los 12 o 13 metros de alto dependiendo del terreno, señala Loyola, pues, en el caso de los bosques, crece en busca del sol. El capulí no solo es consumido por los humanos, se ha constatado que atrae a aves como el mirlo, el chugo y en la actualidad a la torcaza, agregó el investigador.
Sociedad Más adelante, en el siglo XVII, XVIII y XIX, gracias a las investigaciones particulares de Diego Arteaga, se halló evidencias de que en la pintura mural, representada principalmente en las paredes de conventos, hay imágenes que revelan la existencia de este fruto.
Sin embargo, Arteaga recuerda que en la zona norte de Perú y en la Sierra sur de Ecuador antiguamente se usaba mucho la frase “coger capulí”, cuyo significado era implícitamente sexual, pues se creía que un hombre podía acceder a favores sexuales de las mujeres. “Lastimosamente aspectos como estos de la vida cotidiana no han sido estudiados en el medio, como sí ha ocurrido en otros continentes”, agregó.
Gastronomía Antiguamente a la colada de capulí se la conocía como pucha perro, pues el can era un medio a través de la cual la planta se reproducía luego de ser consumida y evacuada en diferentes lugares. No se sabe desde cuando se la prepara en la zona; sin embargo, gracias a cronistas de la época se conoce que en 1620 Antonio Vázquez de Espinoza, un funcionario eclesiástico que pasó por Cuenca, relató que aquí se preparan conservas, “las mejores y las más baratas del Virreinato peruano”.
En la actualidad se elabora la colada de este fruto en la fiesta del Carnaval, pues coincide con su cosecha. Además está la Fiesta del Capulí en la comunidad de Quingeo. A esto se suma la leyenda de Barrabás y los árboles de capulí en el cantón Sevilla de Oro.
Venta En el mercado Diez de Agosto, en el puesto 54, y en el pasaje Santa Teresita la venta de capulí aumenta en esta fecha, pues es “la época de este fruto”.
Que vendan productos de Ambato y no de Cuenca tiene su explicación. Sandra Jiménez, vendedora de 27 años, señaló que “la de Ambato es la mejor” pues a diferencia de los capulíes de la zona sur, estos los superan en casi tres veces en tamaño. Con ella concuerda Marianita del Niño Jesús, otra vendedora que conserva la venta de capulíes desde hace más de 40 años.
En cualquier caso, ya sea festivo, comercial o en una investigación, para Loyola es importante valorar los frutos nativos y no dejarlos perder, pues al fin y al cabo al igual que se ama el mote, “todo cuencano quiere morir bajo un árbol de capulí”.
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http://www.eltiempo.com.ec/noticias/cultura/7/407427/capuli-el-fruto-que-resiste-a-perderse