El discurso de posesión de Lenín Moreno fue como el discurso que se da en los entierros: se habla bien del muerto pero, al mismo tiempo, se lo despide echándole encima una cuantas paladas de tierra. Moreno habló bien de Correa, lo elevó a la categoría de héroe de la patria pero, casi a renglón seguido, lo enterró y lo despidió. “Hasta siempre Rafael”, le dijo poco después de que el ex presidente había abandonado el hemiciclo de la Asamblea Nacional.
Moreno enterró a Correa a lo largo de un discurso lleno de retazos, muy pobre como pieza de oratoria pero que estuvo lleno de detalles que, como minas explosivas, fueron desmoronando el evangelio que Correa ha ido fijando como dogma de fe en el Ecuador que gobernó durante 10 años a punta de insultos, amenazas y descalificaciones.
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Una de esas minas, talvez la más explosiva, fue una frase del ex presidente venezolano Carlos Soublette a la que citó luego de hablar sobre la importancia de retornar a un sistema o una conducta política donde el respeto al disenso sea algo normal. “La república no se perderá porque el pueblo se ría de su gobernante. La república podrá perderse cuando el gobernante se ría de su pueblo”. La cita de Soublette no podía ser golpe más directo a una conducta que fue elevada a condición de principio sagrado durante la década de gobierno de Rafael Correa y que, básicamente, consiste en que nunca jamás se puede tolerar que el pueblo se burle de sus gobernantes.
La interdicción a que el pueblo se ría de su gobernante no solo que ha sido establecido como norma legal irrefutable sino que ha sido asumida ya como parte indisoluble del buen comportamiento o del sentido común del ciudadano promedio, prudente y ejemplar. Se trata de un principio que fue recordado hace pocos días en la primera sesión de la nueva Asamblea cuando los principales cuadros de esa institución hablaron sobre lo irrenunciable que es el principio del respeto a la honra de los funcionarios y sus familias.
Moreno no solo puso en la picota a la parte esa del evangelio de Rafael Correa que dice que la honra de los funcionarios, sus esposas y sus hijos es sagrada porque vale mucho más que la libertad de los ciudadanos. Hizo lo mismo con otras verdades reveladas de su antecesor. Apenas había arrancado el discurso, Moreno empezó a hablar de “todos” como un concepto integrador, alejado del “somos más”, marginador y prepotente, que ha sido durante mucho tiempo algo así como una marca de agua del pensamiento de Rafael Correa.
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"Desde hoy el futuro. Soy el presidente de todos, me debo a todos, respeto a todos”, fue una de las frases que lanzó Moreno muy al inicio de su discurso y que parecía diseñada en algún laboratorio con el exclusivo fin de marcar una diferencia drástica con la lógica y el lenguaje de Correa. Voluntariamente o no, lo cierto es que cada vez que Moreno pronunciaba la palabra “todos”, cosa que hizo varias veces, sonaba como si fuese la primera vez que alguien la nombraba en el país. ¿Tan lejana es la última vez que un gobernante ecuatoriano ha hablado de “todos” y no de “los que somos más”?
Moreno no es un buen orador y su discurso no tuvo ni de lejos el eco de una pieza de oratoria de un estadista que es capaz de atrapar en una o dos frases la esencia de los desafíos y aspiraciones de una nación. Pero en medio de varias anécdotas sin mayor color y de bromas con poca gracia, articuló varias ideas que fueron violentos alegatos en contra del dogma correísta. “Ha concluido una etapa que todo ha tenido aciertos y errores. Ahora comienza otra acaso más difícil porque no solo hay que afianzar sino mejorar los logros”.
PECADO SERÌA PERDERSE ESTE EVENTO!!
En su discurso inaugural hubo además muchas otras detonaciones que parecían dirigidas a la debilitar las sagradas instituciones que Rafael Correa dejó montadas en la vida pública ecuatoriana: no más sabatinas, austeridad, diálogo con los sectores involucrados en cada tema, buena relación con la prensa, lucha contra la corrupción… “Mi relación con la prensa será como siempre ha sido: fresca, fluida, dialogante”, dijo como quien lanza una cachetada a quien había hecho del odio y del ataque a la prensa todo un enunciado sagrado.
Moreno, sin embargo, no dijo una sola palabra sobre el estado en que recibe el país. No hubo una sola mención a las cifras que describen la situación de la economía ecuatoriana ni dijo nada sobre los escándalos de corrupción, a no ser por una mención a su decisión de luchar contra ella. En general fue un discurso muy pobre para un acto de relevo de mando pero sin duda estuvo cuidadosamente diseñado para marcar distancias de Correa sin hacer muchas olas.
No hubo verborrea nacionalista ni anti imperialista, lo cual es ya una inmensa diferencia con todo lo que se ha venido discurseando durante los últimos 10 años. Se habló, sí, de la necesidad de fortalecer a la CELAC y a UNASUR pero ni una palabra de la Alba chavista. No hubo menciones a pelucones o burguesas pero tampoco a la revolución cubana ni al poder inspirador del eterno comandante Hugo Chávez.
En general, fue un discurso insípido y hasta quizá aburrido pero lleno de mensajes dirigidos a lastimar la tramoya verbal donde Rafael Correa se había instalado y a la que nadie había osado contradecir.
http://4pelagatos.com/2017/05/24/moreno-un-discurso-anticorreista-para-despedir-a-correa/