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ENCUENTRAN SENDEROS ANTIGUOS USADOS POR CONQUISTADORES PARA SACAR ORO EN LA COLONIA



Keith Barron y Stefan Ansermet han estado buscando dos minas de oro de la era española que se perdieron en las selvas del sureste de Ecuador desde el siglo XVII. En Noviembre, se toparon con un camino que creen que es un viejo sendero español.


Stefan Ansermet estaba en lo profundo de la selva del sureste de Ecuador, en medio de una difícil caminata de dos días desde el poblado más cercano, cuando de pronto se vio en una especie de claro en el camino. El cambio en la vegetación fue muy sutil, tanto que los demás en su equipo siguieron adelante sin percatarse. Pero Ansermet quedó intrigado.


Durante los cuatro días siguientes a mediados de noviembre, Ansermet, geólogo y explorador, volvió una y otra vez a la zona remota, y encontró pistas que confirmaron sus sospechas: al estrecho claro tenía una milla y media de largo y ciertos tramos fueron cavados en un lado de la montaña. En el sendero había una roca grande cincelada.



“Me demoré un día en digerir toda la información y darme cuenta que no era normal”, dijo Ansermet desde su casa en Lausana, Suiza. “Va perfectamente de norte a sur y no cabe duda que se hizo así a propósito. En algunos tramos es absolutamente recta por 100 metros. Es una obra maestra de ingeniería vial”.


Pero lo que entusiasmó verdaderamente a Ansermet y sus colegas es adónde pudiera llevar el sendero.



Durante más de dos decenios, el jefe de Ansermet, Keith Barron, ha estado buscando dos minas de oro perdidas de la era colonial española en la selva ecuatoriana.


Las dos minas, Logroño de los Caballeros y Sevilla de Oro, se establecieron aproximadamente en 1562 y las abandonaron unos 40 años después cuando un brote de viruela mató a muchos de los indígenas que trabajaban en las minas y los españoles fueron objeto de ataques repetidos de tribus de la región. En cierto momento, los conquistadores dueños de las minas pidieron a la corona española que enviara esclavos africanos para mantenerlas funcionando, pero para ese momento el imperio ya estaba en bancarrota.



A medida que la selva volvió a tomar posesión de la zona, las minas quedaron perdidas en la historia. La última vez que se las señaló en mapas fue alrededor de 1650.

La obsesión de Barron por las minas de oro en Sudamérica comenzó casi por casualidad.

Barron, geólogo de Boston dedicado a la exploración desde hace muchos años, estaba estudiando español en Quito, Ecuador, en 1998, donde vivía con una familia del historiador Octavio Latorre. Una noche, mientras cenaban, Latorre le dijo a Barron que en Ecuador hubo muchas minas de oro de la era colonial española. Siempre se ha sabido donde estaba una, cuatro fueron “redescubiertas” y se había perdido la ubicación de otras dos.


Latorre —experto en mapas de la era colonial en el Amazonas, fallecido en 2017— fue contactado por el gobierno ecuatoriano para que revisara documentos históricos y encontrara pista de las minas perdidas.

El gobierno tenía buena razón para tratar de ubicar las minas antes que otros. El último “redescubrimiento” de una mina de la era colonial había sido un desastre.



En 1981, dos niños estaban cazando en el sur de Ecuador cuando se tropezaron con los restos de la mina Nambija, de la cual no se sabía nada desde 1603. A medida que se corrió la voz, la zona fue inundada por más de 25,000 mineros artesanales, lo que provocó una crisis humanitaria y ambiental. En 1993, una parte del campamento ilegal colapsó durante un terremoto, con un saldo de unos 300 fallecidos.


Para cuando Barron conoció a Latorre, el gobierno había cancelado la búsqueda de Logroño de los Caballeros y Sevilla de Oro. Pero la historia inspiró a Barron a crear una compañía de prospección de oro en 2001 y a comenzar a buscarlas.


Sin embargo, la buena fortuna interrumpió su empeño. En 2006, la compañía de Barron, Aurelian Resources, descubrió un enorme depósito de oro en el sureste de Ecuador, llamado Fruta del Norte. El hallazgo fue tan significativo que el gigante minero canadiense Kinross Gold adquirió la firma en 2008 por 1,200 millones de dólares canadienses, aproximadamente $1,000 millones.


Fue después de la venta que Barron comenzó a pensar en su próximo proyecto y volvió a establecer contacto con su viejo amigo Latorre. Durante los años siguientes, Barron, Latorre y un equipo de archivistas comenzaron una búsqueda mundial de documentos que los llevó a Perú, España e Italia en busca de menciones de las minas.



En un viaje al Vaticano, encontraron una carta de 1628 escrita por un sacerdote carmelita que había vivido 20 años en el Nuevo Mundo y quien hizo una descripción detallada de cómo llegar a la mina Sevilla de Oro desde el poblado colonial de Riobamba.


Usando esa carta a manera de hoja de ruta, además de extensas investigaciones geológicas, la nueva compañía de Barron, Aurania Resources, solicitó una concesión minera en 2016 que cubría un área de 208,000 hectáreas (unos 514,000 acres) en el sureste de Ecuador.


“Hemos estado explorando la zona desde hace unos 3 años y hemos encontrado cosas que los conquistadores nunca hubiera soñado”, dijo Barron en una entrevista telefónica. “Hemos encontrado 20 zonas interesantes en materia de oro y plata, y varias con depósitos de pórfido de cobre… Tenemos que trabajar en esas zonas ver lo que realmente hay”

¿UN CAMINO QUE LLEVA A RIQUEZAS PERDIDAS?

Lo que no han encontrado son las minas de oro.

Pero eso puede haber cambiado en noviembre, cuando Ansermet buscaba en la selva un lugar donde pudiera aterrizar un helicóptero y se tropezó con lo que parecía ser un viejo sendero de la era colonial.


Ansermet, de 55 años, dedicó varios días a seguir el sendero. Por un extremo llegó a un río, el otro extremo está bloqueado por un alud.


Pero Ansermet y Barron opinan que el sendero conectaba las dos minas.

“Está en medio de la nada, ni se comunica con ninguna comunidad local, va de norte a sur, lo que corresponde con la ubicación relativa de Caballeros y Sevilla de Oro”, dijo Ansermet. “Y hay otras pistas: rocas y el trazado de la vía”.

“Creo que hemos encontrado la vía, esa es mi opinión”, agregó. “Si no es la vía, entonces se trata de una nueva civilización”.


A finales de noviembre de 2019, en una conferencia telefónica con inversionistas, Barron anunció el descubrimiento.

“Esto no es el cuento de la Isla del Tesoro, es algo muy real: aquí vivían personas y se extrajo mucho oro”, dijo. “El lugar sigue ahí en algún lugar de la selva y vamos a encontrarlo”.



El anuncio hizo que las acciones de Aurania se dispararan más de 40% en la Bolsa de Toronto (ARU.V), aunque desde entonces se han estabilizado.

Trabajando con arqueólogo, la compañía ha comenzado un estudio del terreno con tecnología LiDAR en las zonas a ambos extremos de la vía.


Es demasiado temprano para decir si el sendero es realmente el camino hacia el hallazgo de grandes riquezas o sencillamente otro cambio en el camino de Barron por encontrar las minas perdidas.


“A lo mejor la vía se pierde y no encontramos nada al final”, dijo. O las minas pudieran estar fuera de la concesión de Aurania. “Pero hemos comenzado este proyecto por una razón”.


07 DE OCTUBRE DE 2019 06:00 AM

Aunque Barron se refiere a las dos minas como el proyecto Ciudades Perdidas de la compañía, los lugares nunca fueron más que campamentos rústicos.



“No eran ciudades, eran asentamientos, probablemente con un máximo de 20 o 30 españoles que vivían detrás de empalizadas de madera, y los indígenas que trabajaban en las minas”, dijo. “No vamos a encontrar ningún edificio ni nada de importancia arqueológica. Pudiéramos encontrar una zanja o un depósito de piedras”.


Ansermet, geólogo autodidacta, ha descubierto 10 tipos de minerales, como la ansermetita, que lleva su nombre, un cristal rojo que se encuentra en Utah, Italia y Suiza, y que fue aceptado como nuevo mineral en 2002.


Ansermet, quien creció en Suiza escuchando narraciones sobre los exploradores en Sudamérica, dijo que si tuviera un papel, aunque fuera accidental, en encontrar las dos minas, eso sería la realización de un sueño de toda la vida.


“Lo que ya hemos logrado es suficiente para mí”, dijo. “Pero quizás encontrar los restos de las dos ciudades —de El Dorado— para mí sería increíble”.


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